Escribo este post desde la habitación del segundo hotel en el que estamos, mientras en la calle cae una tormenta de verano de esas que me encantan. Y sí, también en Nueva York la lluvia de verano tiene ese olor maravilloso que hace que no te importe que llueva a cántaros. Eso sí, aquí la app del iPhone te dice exactamente el grado de precipitación y sobre todo en qué minuto exactamente va a dejar de llover. Ventajas de vivir aquí, donde los avances se testean antes (y yo, por supuesto, soy un feliz conejillo de Indias). Venimos de recoger la ropa de la lavandería -porque aquí olvídate de tener lavadora propia-, al módico precio de 14 dólares 8 libras de peso. ¿Que cuánto son 8 libras? ya os lo contaré cuando me entere, de momento quedaos con una bolsa.
Segundo hotel, así que seguimos con la sensación de provisionalidad y sin terminar de creernos que estemos viviendo aquí, pero esta vez en el Upper East Side, la zona en la que está el piso en el que nos instalaremos la próxima semana. Y el barrio, que a todo el mundo por supuesto le suena de Gossip Girl aunque nadie lo reconozca, es tan bonito y espectacular como parece. Bueno no, es más.
Así que esta semana ha ido mucho de dar paseos por la zona y fichar esos sitios que formarán parte de nuestra vida aquí: el supermercado al lado de nuestra casa (dramáticamente caro, por supuesto), los bares y restaurantes de la zona, el maravilloso camino junto el East River bajo el puente de Queensboro por el que daremos mil paseos, el veterinario por si acaso -aquí el más importante es Porthos, no os olvidéis-, la Iglesia más cercana a nuestra casa, el trayecto a Central Park (¿teniéndolo a 15 minutos andando quién se plantea ir a otro parque?). Y mil sitios más que hemos fichado (de esos a los que piensas que irás y que nunca terminas pisando).
Y el fin de semana se lo hemos dedicado al maravilloso Greenwich Village, que es como adentrarse en una película – romántica, luminosa, alegre y tremendamente cool – a perdernos por sus calles (todas bonitas) y comer en una terraza que nos encantó (Mémé, comida mediterránea a buen precio, que no van a ser todo hamburguesas). Visita a mi tienda preferida -hasta la fecha, que sé que vivir aquí va a dar para mucho-, paraíso de los amantes como yo de la papelería: Goods for the Study. Y por la tarde un rato los 3 en el Washington Square Park con música de jazz de fondo en directo. No se puede pedir más.
16 días viviendo aquí y todavía no nos lo terminamos de creer. Llegará ese momento, por supuesto, en el que la novedad se convierta en rutina y lo nuevo deje de serlo. Y también os lo contaré, que siempre he creído que es en el día a día donde se esconde el encanto de la vida. Veremos qué tiene preparada esa vida neoyorquina.
Gracias estar ahí. La próxima semana, más ♥