Siempre he tenido noviembre como ese mes maldito en que se acaba lo bueno y llegan el frío y los días más cortos. Pues en Nueva York igual me reconcilio con él. Estamos a mitad de mes y con unos días de sol que no sé si son normales, porque no puedo contrastar con otros años. Parece ser que no: las neoyorquinas a las que sigo (enganchada me tienen descubriéndome planes y lugares) dicen que los colores de este otoño son los mejores que han visto en años. Si hasta el cambio de horario llega más tarde aquí. Cómo me gustas, Nueva York.
Esta semana ha sido el 50 aniversario de la Maratón de Nueva York y va a ser un día que voy a recordar siempre. No tenía demasiadas expectativas, la verdad, teníamos previsto acercarnos a verlo pero más por la fama que tiene. Hasta que nos levantamos el domingo y ya desayunando empezamos a escuchar los gritos en la calle, porque el recorrido pasaba cerca de nuestra casa. Y cuando bajamos a verlo me teníais que haber visto. O mejor dicho, mejor que no me hayáis visto. Porque a mí lo de meterme en el papel me encanta, y si tocaba animar a los corredores a ello me puse. Cuando pasó por delante de nosotros uno con la bandera de España atada como capa os podéis imaginar. Como si fuera la final del Mundial.
Después de 4 meses viviendo aquí por fin he ido al Met con dos amigas. Qué museo más increíble (y qué inmensidad, solo nos dio tiempo a ver la parte de Egipto). La colección de arte egipcio desde el paleolítico hasta la invasión romana es realmente espectacular. Dicho lo cual, no me digáis que no es mejor nuestro Templo de Debod que este Templo de Dendur. Como El Prado, el Met es un lugar inagotable, al que volver muchas veces. Pero si es bien acompañado ya sabes, se disfruta el doble.
Hablando de buena compañía, mirad qué mesa de otoño más bonita nos prepararon unos amigos que nos invitaron a comer. Tenemos una suerte que no nos la creemos con los amigos que tenemos y que estamos haciendo en Nueva York. Y sí, soy muy consciente de que suena a tópico pero realmente los amigos se convierten en familia cuando vives lejos de tu país. Porque esta ciudad sin calor humano creedme, no es fácil. Y ellos hacen que a esta ciudad no le falte (casi) nada. Ese casi entre paréntesis se me está quedando corto en honor a la verdad. Otro día os cuento lo que le falta a esta ciudad, empezando por el pan, las bayetas o la potencia de los enchufes.
Me hace muy feliz que me estéis acompañando en mi aventura americana, gracias por estar ahí. La próxima semana, más ♥